lunes, 6 de abril de 2009

Dulce María Loynaz



Dulzura de sentirse cada vez más lejano.

Más lejano y más vago... Sin saber si es porque

las cosas se van yendo o es uno el que se va.

Dulzura del olvido como un rocío leve

cayendo en la tiniebla... Dulzura de sentirse

limpio de toda cosa. Dulzura de elevarse

y ser cómo la estrella inaccesible y alta,

alumbrando en silencio...

¡En silencio, Dios mío!...


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