Que tonto fui, esposa pecadora,
cuando me entristecí por el castigo.
Hasta entonces no había descubierto
la seducción que habita entre las telas
que te cubren ahora; no entendía
que un desnudo total y primitivo
no podía esconder ningún encanto,
y que sólo a las bestias alegraba:
Ven, acércate más, bésame, Eva
y no te desabroches todavía.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario