santificado sea tu nombre por este instante
y por todos los otros que vendrán junto
al inhóspito ulular del melodrama cotidiano,
que puede llegar a ser violento, dulce o suicida.
te doy las gracias por besar la lápida sin asco
y con cierto dejo de breve orgullo,
poco me importa que hayas renunciado a tu santidad
en aras de follarte una quimera inconclusa;
tampoco me importa tus diatribas iconoclastas
o si fuiste un muchacho bien de vida mal,
pero por ti conocí el agradable sabor de la derrota
y a ese medellín sangriento de viejas calles insomnes.
padre nuestro que estás donde estás;
ruega por ti, por nosotros y por los que ya no están,
y te doy nuevamente las gracias por vivir, respirar,
y festejar junto a ti, la vivencia de la belleza
en su decrepitud; venga a nosotros tu reino.
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