martes, 14 de octubre de 2014

Sandro Penna

I

Estaba el barco cargado de luz
solitario y seguro,
cuando de pronto llegó mi amigo:
me pareció aún más bello bajo el sol occidental.
El sol de septiembre
cuánta luz
pone en los ojos de las cosas
recién barnizadas, cuánta muerte
en quien desciende por la calle de la vida.
Sea feliz mi amigo, y un poco hostil
brille la luz del barco, escribo
serenamente con su lápiz.
(Quería decir sólo que el barco
era un muchacho y el lápiz su dádiva inocente
como una copla.)

II

Sol sin sombra sobre cuerpos viriles
abandonados. Calla toda virtud.

Lenta el alma se hunde – con el mar –
en un sueño luminoso. Y de pronto
emergen – jóvenes islas – los sentidos.
Pero el pecado ya no existe.

Sandro Penna

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