martes, 15 de julio de 2008

Cavafis

Bajando aquellas escaleras de mala fama
tú entraste por la puerta, y por un segundo
ví tu rostro desconocido y tu viste el mio.
Entonces me escondí para que no me vieras,
y tu pasaste deprisa, escondiendo la cara,
y te metiste en aquella casa de mala fama
de donde, al igual que yo, saldrías sin hallar el placer.
Y sin embargo el amor que buscabas lo tenía yo;
el amor que yo buscaba -lo ví en tus astutos ojos cansados-
lo tenías tú.
Nuestros cuerpos se sintieron y se buscaron;
nuestra sangre y nuestra piel lo entendieron.
Pero, turbados, ambos nos escondimos.

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