Contaba la otra noche Jodorowski un cuento... pidió permiso antes de hacerlo, y si el lo hizo, otro tanto deberé hacer, con la advertencia de que lo cuento a mi manera:
Se trata de que los discípulos ya inquietos con la edad de cristo deciden que es hora de que tenga un programita en el que el hombre se divierta e inaugure lo que tenía por inaugurar. A el le gustaba el traguito y la parranda, recordar las bodas aquellas, pero de señoras nada. Entonces le armaron el plan con la magdalena que era una chica bonita, interesante y de mentalidad abierta y los dejaron solos en algún lugar de esa galilea que, como todas partes, tenía tanto de santa como de pecadora... Pues la cosa parecía ir bien hasta que la magdalena arrojándose sobre la puerta, salió gritando despavorida sin que nadie la pudiera alcanzar. Los discípulos inquietos preguntaron al señor que había pasado y este les explicó: la cosa iba la mar de bien, ella entró, se sentó, me senté, se tomó un vinito, me tomé un vinito, tomé su mano, ella la mía, me besó, la besé, se reclinó, me recliné, se quitó la ropa, me quité la mía, me miró y al mirarla vi que tenía una gran herida ahí, en todo el centro... entonces le impuse las manos y se la cerré. Ahí fue donde salió corriendo.
- "¿Y..?" le preguntaron a Jodorowski.
- "Pues que uno tiene que tener cuidado", dijo, "¡no sea que lo curen!"
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