Petitorio.
Hazme lejano
como un lucero al borde de la mañana,
y hazme tímido
como el rayo de sol traspasando la gota de agua;
y hazme tuyo
como ese lunar del final de tu espalda;
y hazme nada
como el espacio entre el día y tus pisadas
Hazme lecho
y sobre mí retoza con tus punibles sueños,
con los albores de tus sales
(los que emanas cuando me extrañas
y a solas, con manos, te matas la soledad inquieta).
Hazme intriga
y déjame caminar por la espesura de tus sueños
como una hormiga, segando en el trigo de tus mañas.
Hazme noche
y colgaré hijuelos en los techos de tus ojos;
hazme viejo
y lagrimas sembraré en la curvatura de tus pestañas
Pero ¡hazme algo!:
un marasmo, un espía, un engendro.
¡Hazme diablo!
y danzaré sobre las llamas de tus besos,
sobre el calor de tus orgasmos,
sobre la alfombra violácea de tus gimoteos.
Y hazme credo
para redimirte el comienzo, el final, el pecado,
el valor, la canción, los veleros…
Rubén Traviezo
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